martes, 26 de enero de 2010

La Igualdad es cosa de hombres por Miguel Ángel Arconada[1]

La Igualdad es cosa de hombres
Padres corresponsables, trabajadores coherentes
por Miguel Ángel Arconada[1]

El problema de nuestros sueños es que, a veces, se cumplen. Muchas mujeres (y muy pocos hombres) han demandado, trabajado y sufrido para que la Igualdad ya no sea una reivindicación sino un derecho. Y ya lo es. Pero el Derecho a la Igualdad (de trato, de responsabilidades y de oportunidades vitales y laborales) tiene aún demasiados frenos en la vida cotidiana. Poder trabajar en un mercado laboral con igualdad de oportunidades es propio de sociedades desarrolladas, inteligentes, justas y solidarias. Sin embargo, la discriminación laboral hacia las mujeres es evidente (discriminación salarial, mayor precariedad, mayor temporalidad, menor proyección en el organigrama,…); además, socialmente es aún mayoritaria la lectura de las medidas de conciliación como destinadas a las mujeres, a las que se les ofrece una “ayuda de doble filo”, pues se sigue construyendo como suya la responsabilidad de la crianza y del cuidado de la casa, y no como una apuesta para las parejas que quieren construir su convivencia en equidad. Algunas instituciones incluyen las medidas de conciliación dentro de las políticas de mujer, demasiados convenios colectivos sólo redactan en femenino los apartados relacionados con la conciliación,…

La responsabilización asimétrica del cuidado es perceptible en Departamentos de Recursos Humanos de muchas empresas, cuando tienen que gestionar procesos de selección de personal: las cargas familiares son valoradas como un riesgo para emplear mujeres, de las que se presupone peligro de absentismo y falta de disponibilidad, y como un plus para emplear hombres, de los que se espera omnidisponibilidad temporal y responsabilidad como proveedor de la familia. Reclamemos de nuevo que “lo privado es político”, con el fin de señalar que, en ausencia de igualdad de responsabilidades y deberes, es imposible avanzar en la igualdad de oportunidades.

            ¿Hacia dónde vamos? ¿Estamos simplemente ante la ficción de que la Igualdad ya existe? ¿Qué frena aún el avance hacia la igualdad de oportunidades laborales? ¿Son las políticas públicas o las actitudes privadas de los hombres el principal escollo?

De la minusvaloración a la subordinación

La división sexual del trabajo ya no es la que era. Ahora es peor. Las mujeres han conquistado su derecho a participar en el mundo laboral, pero siguen responsabilizándose del cuidado y de la gestión de la vida, sin que los hombres hayan evolucionado suficientemente hacia una mayor implicación en la vida doméstico familiar. Las mujeres conquistaron el derecho a poder hacer lo que hacían sus padres, pero siguen haciendo lo que hicieron todas las madres de la historia. Sufren la losa de la doble presencia, con la consecuente ausencia de tiempo propio, de problemas para su salud y de discriminación laboral.

Las mujeres sufren tanto un techo de cristal como un suelo pegajoso, que les impide decidir en Igualdad su trayectoria profesional y vital. Y no son demasiadas las ayudas que reciben para poder superarlo. Conceptualmente debe partirse del hecho de que una verdadera Igualdad laboral en el sistema productivo requiere actuar en cuatro planos:
  • en el ámbito de la empresa, con Planes de Igualdad
  • en el ámbito educativo, con una Orientación Académico Profesional No Sexista, que garantice la máxima libertad posible
  • en el ámbito de los Servicios de Bienestar Social, con políticas de aumento de los servicios públicos para dar respuesta a una ética del cuidado.
  • en el ámbito privado, negociando el compromiso mutuo en una verdadera corresponsabilidad por ambas partes de la pareja.

Políticas públicas y negociaciones privadas. Las primeras seguro que merecen muchas críticas, pero también cada cual debe analizar su actitud ante la corresponsabilidad cotidiana. Demasiados hombres, de todas las ideologías políticas y adscripciones sindicales, tanto de mediana edad como jóvenes y adolescentes, de muy diferentes niveles culturales,… mantienen su expectativa de disfrutar  de privilegios cotidianos, de libertad para sí, del derecho a ser atendido sin reciprocidad. Esa realidad desigual, con importantes daños para el proyecto vital de las mujeres, tiene su soporte en la tradición machista, en la masculinidad hegemónica y en una ética patriarcal, que también ha generado que muchas mujeres también hayan incorporado su proyecto profesional y vital como un elemento de segundo orden a una esencia de ser para los demás, de donar calidad de vida para otros y otras, subordinado a su vida familiar y a la proyección profesional de su compañero, aportando un segundo sueldo, que no libera de las responsabilidades doméstico-familiares asumidas.

Mujeres y hombres no somos seres incompletos y complementarios, sino seres completos que buscamos compañía. Cuando la encontramos, debemos generar un modelo de convivencia en igualdad. Pero re-conocemos que son todavía muchos los hombres que mejoran su calidad de vida cuando se emparejan, y demasiadas las que empeoran su cotidianeidad cuando lo hacen.


Los permisos de nacimiento y adopción


Un ejemplo de la desresponsabilización masculina del cuidado es la escasa participación de los varones en los permisos por nacimiento y adopción. Éstos siempre han tenido una parte obligatoria para la mujer y otra disponible para ambos miembros de la pareja. Sin embargo, sabemos que dichos permisos son solicitados mayoritariamente por las mujeres, mientras que los hombres sólo disfrutan un permiso de paternidad específico, que va aumentando progresivamente para hacer que los padres se involucren más en la corresponsabilidad y el cuidado de hijas e hijos. ¿Pero creemos que en verdad lo hacen? ¿Por qué es tan escasa la reclamación, incluso dentro del mundo sindical, de otros tipos de permisos para hacer que los hombres se impliquen realmente en dicho cuidado y salgan del mundo laboral?

Ser corresponsables es implicarse en el cuidado de sí mismo/a, en la calidad de vida de las personas con las que se convive y en la relación afectiva con la otra parte de la pareja. Ser corresponsables en parejas de doble ingreso supone avanzar en el modelo de dos personas sustentadoras/cuidadoras, comprometidas con el ideal de “libres juntas”.  Pero los hombres evitan salir del mercado laboral para dedicarse al cuidado de las criaturas, asignando esa responsabilidad a las mujeres y generando un viciado sistema de asignación de los tiempos, que perjudica la empleabilidad femenina, su trayectoria profesional y el cuidado en igualdad de hijos e hijas. A su vez, esta opción limita el perfil cuidador del hombre y potencia su papel tradicional de ganapán o proveedor familiar, con todo su tiempo disponible para la empresa. ¿Simple tradición inconsciente? ¿Estrategia sexista para evitar la igualdad de oportunidades y marcar un diferente status de las mujeres “al servicio de”?

¿Permisos iguales e intransferibles de nacimiento y adopción?

Si queremos hacer posibles relaciones interpersonales no basadas en el poder entre los sexos, sino en la equivalencia entre las personas, debemos replantearnos la asignación de los permisos de nacimiento y adopción. Una propuesta interesante es la de la Plataforma por los Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPIINA). La PPIINA viene aglutinando la reclamación de lograr en el futuro que el nacimiento y la adopción generen permisos iguales, intransferibles y con la misma parte obligatoria para mujeres y hombres. Ello supone modificar el eje desde la criatura, cuya atención sigue garantizada, a la consecución de la igualdad parental en la crianza y sus consecuencias en la real igualdad de oportunidades, pues hace que las empresas vean que son tanto las mujeres como los hombres los que se ausentan del puesto de trabajo durante la parte del permiso que les corresponde.

En el panorama europeo se ha demostrado que los hombres sólo solicitan el segmento obligatorio. Ello genera una autoimagen personal destinada al mundo profesional, a la desresponsabilización parental, a la asignación del cuidado a la otra parte de la pareja y al obligatorio esencialismo femenino en la maternidad. Las propuestas concretas de la PIINA permiten una reflexión para diferenciar políticas de familia y políticas de igualdad. Para la PPIINA, mientras los permisos de paternidad no sean iguales a los de maternidad, seguirán respondiendo a un modelo de amabilidad pero no de igualdad.

            Muchas están siendo las resistencias a esta propuesta de cambio en las responsabilidades generadas por un nacimiento o una adopción, incluido el ninguneo del debate ad hoc en algunos sindicatos. Las políticas públicas de familia, de mujer y de Igualdad presentan evidentes confusiones conceptuales y prejuicios sexistas en su implimentación. Para mejorarlas, la clave está en la reclamación del derecho a la conciliación desde una perspectiva individual. En el plenario de las organizaciones sindicales, no en sus Áreas de Mujer, debe analizarse la implicación masculina en el cuidado de los hijos e hijas, dentro del nuevo modelo social de dos sustentadores.

Es cosa de hombres

            La Igualdad no es también cosa de hombres, sino sobre todo cosa de hombres, pues en ellos están los frenos principales para conseguir la igualdad de responsabilidades. Son evidentes las resistencias masculinas a tomar parte de los permisos destinados a la crianza, con el fin de seguir volcando principalmente su identidad y responsabilidad en el mundo laboral.  Debemos cuestionar la verdadera dimensión del cambio masculino y del freno intencional a asumir esferas nuevas, si éstas suponen salir del mundo tradicional del éxito público. Plantearnos, en el fondo, si los hombres creen o no que hay algo que las mujeres deban hacer y de lo que ellos deban estar libres. Si hay ya hombres que buscan pareja en igualdad, no una compañera que ejerza de criadora y de criada, de madre sustituta para él y las criaturas. Hombres completos, solidarios y autónomos, capaces de asumir la corresponsabilidad doméstico-familiar como un horizonte de honradez en el ámbito privado, no como una pérdida de una masculinidad ya periclitada y denunciada como injusta. Si hay o no hombres capaces de convivir en igualdad con una mujer libre, actuando coherentemente en su salida del mundo laboral para favorecer el proyecto vital de su compañera, la justicia social, la responsabilidad paterna en el cuidado, la igualdad laboral y la propia coherencia ética.

            Amparo Rubiales señalaba (El País 18.I.2010) que “Nunca pensamos que, cuando nuestra democracia se fundamentó en la libertad y la igualdad, nos iba a ser más difícil hacer a esta última efectiva, pues el miedo a la libertad… no era nada comparado con el miedo a la igualdad, más generalizado y resistente”.
             Los sueños se cumplen, a veces. Cuando nos despertamos, debemos empezar a tomar decisiones.


[1] Miguel Ángel Arconada es profesor de Educación Secundaria en el IESO Tierra de Campos, de Paredes de Nava (Palencia) y fundador de Codo a Codo. Grupo de Hombres por la Igualdad de Palencia

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